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martes, 19 de abril de 2011

MORIR EN LA CRUZ


De la ciudad de Jerusalén, salían dos caminos, uno de ellos, bajaba a la ciudad de Jericó, una ciudad comercial, era un camino peligroso porque en él se escondían ladrones y delincuentes que aprovechaban las sombras de la noche para robar, asesinar y violar. Pensaban que nunca iban a pagar por el mal que hacían, que jamás iban a ser descubiertos, aunque sabían que si los detenían, tendrían que subir un día a la montaña del calvario, también llamada montaña de la calavera, para pagar por sus delitos, muriendo en una cruz. Morir de esa manera, era la venganza de la sociedad contra estos hombres perversos e incorregibles.
La crucifixión era una muerte planeada, fría, brutal y terrible. El delincuente era clavado sobre el madero y luego la cruz era levantada. Lo cruel de este método es que nadie muere porque le perforen las manos y los pies, ya que no son puntos vitales para una muerte inmediata. La crucifixión era un castigo para que el hombre sufriese antes de morir, la persona quedaba clavada en la cruz y podía resistir dos o tres días antes de morir. Durante todo este tiempo, estaba semidesnudo expuesto al sol del día que le quemaba, la lengua se pegaba a su paladar, la sangre que manaba de sus heridas se coagulaba y las moscas eran atraídas a montones. Solo podía mover su cabeza y cuando llegaba la noche el viento helado de la montaña castigaba su cuerpo como un latigazo, cuando el sol del nuevo día salía ya no podía soportar más el dolor y el sufrimiento; suplicaba a los soldados que le dieran un poco de agua, o que terminaran con su vida. Era preferible morir a seguir sufriendo.
Lamentablemente la ley no permitía ningún tipo de ayuda, por lo que la muerte debía producirse lenta y progresivamente. Cuando el condenado suplicaba por su pronta muerte, el soldado le respondía: -Te acuerdas cuando aquella pobre mujer te imploraba que no matases a su hijo y a su esposo? Tú te burlabas de ella y no le hiciste ningún caso. ¿Y ahora nos pides ayuda? Tu destino está marcado, vas a morir lentamente porque queremos verte sufrir hasta el final.
Estos delincuentes son el típico ejemplo del ser humano, quemado por el sol de la conciencia que lo martiriza y atormenta día y noche, azotado por el viento helado de los complejos y culpas del pasado, que lo castigan permanentemente. ¿Adonde podrán ir? ¿Adónde podrán esconderse de su propia conciencia?
Duro, cruel e inhumano… Pues así, de esta manera murió Jesús, el hijo de Dios, el hombre perfecto, sin pecado, con una conciencia limpia y transparente, murió como el peor de los asesinos solo por quebrantar las leyes de los hombres de Jerusalén y sus tradiciones.
Junto a Él estaban dos ladrones; uno lo desafiaba diciendo: Si tú eres el Hijo de Dios sálvate y sálvanos. No le importaba, ni le interesaba arrepentirse, tampoco pedir perdón por el mal hecho, por el pecado que llenaba su corazón de odio y muerte, solo aspiraba que Jesús le quitara los clavos para bajarse de la cruz para continuar asesinando, robando y seguir haciendo lo que le da la gana.
El otro, no solo vio a un hombre a su lado, vio más allá, tuvo la capacidad de ver la divinidad de Jesús y no solo su humanidad. Quizás había escuchado a Jesús en alguna ocasión, aunque no le había hecho demasiado caso, pero en su situación, en este momento extremo de su vida le grito:
“-Jesús, no te olvides de mí cuando comiences a reinar. Jesús le contestó: -Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23: 42/43
Jesús pasó por esta horrible muerte solamente por amor a nosotros y con el propósito de venir a morar en nuestros corazones. Simplemente debes reconocerlo como el Señor de tu vida y como tu Redentor personal.
“Haz como el ladrón que no vio a Jesús como hombre sino como Dios, no pongas tu mirada solo en lo material, aquellas cosas que solo se pueden ver y tocar, sino en las espirituales, en las cosas de Dios”


jueves, 14 de abril de 2011

toalla bordada con cinta



una linda toalla para manos utilizando puntadas faciles como punto espiga, punto atras, nudo frances y punto margarita

miércoles, 13 de abril de 2011

domingo, 10 de abril de 2011

LAS LAGRIMAS DE DIOS

 http://www.reflexionesvividas.com/lagrimas-de-dios/  

Cae la lluvia como cristales que descienden del firmamento partidos en millones de diminutas partículas que acarician la Naturaleza sedienta de su vasta sabiduría. Han nacido de los mares y se han elevado con el viento hasta el centro de las nubes que al ser calentadas por el sol deciden enviarlras a los valles para pintar de colores los campos de la desazón. Cae la lluvia como rutilos de plata que visten de alegría los pétalos de las flores dándoles de beber el néctar del Amor y en su canto con el viento les regala un nuevo semblante a sus pálidas caras crujientes con que las ha enmascarado la sed. Cae la lluvia y en su camino se viste de calidos rayos del sol para calentar los gélidos corazones de los hombres desesperanzados y así teñir sus Almas de mil colores. Cae la lluvia suave y silenciosa acompasada por la leve brisa y en su danza bamboleante aterriza plácidamente sobre los campos áridos que surcan los acorazados corazones de aquellos que transitan la vida abandonados de su espíritu. Cae la lluvia y en su contacto con la gramínea sedienta de la tristeza, le propicia un cálido beso que riega de alegría los remotos brotes que permanecieran ocultos del fulgurante sol de la tarde. Cae la lluvia, y en su paso por las montañas a cogido desde sus picos la helada agua transparente que limpia todas las culpas de los desérticos suelos de la desesperanza que invade al hombre que ha cesado en su búsqueda. Cae la lluvia sobre las montañas de los pensamientos que, como torrentes de ríos bravos y escandalosos que aceleran sus pasos corriendo, al fin descenderán hacia el remanso del Alma que convertirá su furia en calmos lagos de quietud, desde donde luego volverán a evaporarse y descansar sobre las nubes hasta que el cielo decida regresarlos convertidos en gotas de sabiduría. Cae la lluvia serena y componedora sobre el álgido parloteo mental que, ruidoso y crítico, confunde a los hombres buenos que han olvidado su propósito fundamental, y, con extremada paciencia, transforma a la mente en el ojo más sutil de la percepción. Cae la lluvia sobre la intrépida y charlatana voz del Ego y con mantos de silencio recubre sus diversas lenguas. Impregna con un sedante sabor a nada el más profundo lenguaje de la eternidad que escolta los más sutiles secretos de la existencia. Cae la lluvia y susurrando sus canciones angelicales, endulza el oído del hombre y baña su Alma de íntegra planitud como una maravillosa comunión de Amor. Cae la lluvia, lluvia como lágrimas de Dios que en su más profundo Amor clama por su semejanza, cae la lluvia como lágrimas de Dios impregnadas de compasión y en su llegada nos colma de su más cálida paz como cubriendo con sabanas de rocío el amanecer de los hombres, su más sublime creación. Por Alejandro D. Gatti

viernes, 8 de abril de 2011

para reflexionar

Deja de sufrir y se feliz


Todos los seres humanos tenemos la tendencia a pensar que viviremos por lo menos hasta los 90 años. Por eso hacemos planes para cuando nos jubilemos y despues pedimos a Dios que nos de salud hasta el final, esperando que llegue lo más tarde posible.
Pero nuestra existencia no esta marcada por nuestros deseos, sino por el tiempo que Dios ha decidido concedernos desde antes que nacieramos. De todas formas no esta mal que pensemos en vivir el máximo de tiempo, es una expresión de nuestro instinto de supervivencia.
Pero muchas veces las cosas no son como quisiéramos y tengamos la edad que tengamos, podemos tener graves problemas de salud. Puede ser que un día vayas al médico, porque tienes una pequeña molestia y despues de hacerte unos estudios, te digan que tienes una enfermedad complicada, que tienes pocas posibilidades de superarla y que tu vida esta en riesgo.
Imaginate la cara de sorpresa y espanto que pones, eres joven y te preguntas: ¿Cómo es posible que esto me ocurra a mí? Esto no estaba en mis planes. ¿Y qué voy a hacer ahora, que pasará con mi trabajo, mi familia, mi hijos…? Es una reacción normal, porque nadie esta preparado para una situación de este tipo, siempre pensamos que esto les ocurre a los demás y de alguna forma, sufrimos una profunda crisis existencial.
Cuando algo así nos sucede, tenemos dos opciones: Entregarnos y abandonarnos a la enfermedad o hacerle frente. Si nuestra actitud frente a la enfermedad es negativa o positiva, depende en muchos casos de nosotros. Para explicarles lo que estoy diciendo, voy a contarles una historia real que sucedió en la ciudad de Rosario, hace pocos meses.
Un hombre y su hija de 27 años, recibieron el mismo día la terrible noticia de que ambos padecían de cancer. El padre reaccionó de una manera negative y dijo: ¡Esto es el fin y no voy hacer ningún tratamiento! y se abandonó totalmente a su suerte. Cayó en una profunda depresión y a los cuatro meses falleció.
Por el contrario su hija tomó una actitud totalmente diferente. Ella en medio de sus temores, manifesto su deseo de vivir, siguió todo el tratamiento que le ordenaron los médicos y además hizo lo que sin duda, es lo más importante en estos casos; buscó apoyo y fortaleza en Dios. Hoy despues de un año, está completamente sana y no quedan rastros de su enfermedad.
Dos historias, dos casos similares, dos actitudes diferentes, dos resultados distintos.
El avance de la medicina ha sido increible en los últimos años, pero los médicos y profesionales sanitarios se mueven en las áreas más técnicas y atienden principalmente los problemas físicos de la enfermedad. En muy pocos casos se tratan los aspectos más personales, emocionales, psicológicos y espirituales. Por alguna razón nos han hecho creer las cosas que tienen que ver con la parte espiritual de la persona, poco tienen que ver en el tratamiento de la enfermedad, sin embargo es el factor mas importante a tener en cuenta, ya que la parte espiritual aporta al enfermo paz, fortaleza y bienestar, en medio y a pesar del sufrimiento.
Nuestro consejo es que la medicina debería actuar de una manera integral, es decir preocuparse por definir las necesidades del enfermo y su entorno familiar, y considerar en su cuidado también los aspectos emocionales y espirituales. Sin embargo, la preocupación por las necesidades espirituales y su papel en la recuperación o aceptación de la enfermedad, parece haber quedado fuera del interés, tanto del mismo enfermo, como de sus familiares y la mayoría de los profesionales.
Es indudable que la espiritualidad del enfermo puede ser una fuente de fortaleza para asumir su situación, para darle sentido a la vida a pesar del sufrimiento fisico, anímico y psicológico. De esta manera, la espiritualidad influye considerablemente en las decisiones y especialmente en la evolución de la enfermedad y también en la respuesta del enfermo al tratamiento.
Claro que deberíamos definir el concepto de la dimensión espiritual de la persona, aspecto que frecuentemente se confunde con lo religioso. Cuando nosotros hablamos de «lo espiritual» nos referimos a tener una vida que se basa en los conceptos y valores que Jesús enseña en la Biblia, entre los cuales vemos que Él puede sanar todo tipo de enfermedades, desde un simple resfriado, a la enfermedad más cruel.
Cuidado, porque para muchos ser espiritual, es ser de una determinada religión, pero el ser cristiano no tiene nada que ver con lo religioso. No se trata de religión, sino de mantener con Jesús una relación profunda y auténtica, en lugar de simplemente tratar de cumplir una serie de preceptos, prácticas y ritos, para ganarnos su favor. No se trata de hacer cosas, ni de creer cosas, sino de ser.
Si bien no todas las personas tienen una religión, todas tienen, de alguna manera, inquietudes espirituales y éstas aumentan en situaciones especiales como la enfermedad. Frente a situaciones existenciales más significativas y evidentemente ante una enfermedad seria, limitante o amenazante, surgen interrogantes, incertidumbres, temores, culpabilidades, necesidad de arreglar cuentas pendientes, reconciliaciones, esperanzas, deseos de expresar voluntades, etc.
Sabemos que la enfermedad grave, capaz de acabar con la vida o de generar importantes limitaciones, constituye para el enfermo una situación de crisis personal que va más allá de lo meramente orgánico. La enfermedad trae aparejada junto a lo somático, una crisis espiritual que la mayoría del personal sanitario tiene dificultad para entender y tratar, quizas tambien por eso, se ha evitado atender los aspectos espirituales de la enfermedad, transformándolos en una especie de tabú. Pensamos, con todo respeto y total discreción, que abordar los temas espirituales con los pacientes debería ser considerado para el personal sanitario un deber y no sólo una opción, que generalmente se aplica como una labor misionera. Es importante superar este enfoque y considerar que existe un desafío pendiente de incorporar la asistencia emocional y espiritual como parte de la terapia y como exigencia ética en la medicina del paciente y su familia.
El sufrimiento existencial o espiritual en esta etapa es muy profundo y se manifiesta en una pérdida de esperanza, sentirse una carga para los demás, perder todo sentimiento de dignidad; y en muchísimos casos un deseo profundo de no sobrevivir e incluso de quitarse la vida.
Es de suma importancia que los médicos y profesionales sanitarios comprendan integralmente la enfermedad, desde lo fisico, hasta su efecto en lo personal, social, emocional, psicológico y espiritual de cada persona enferma.  
Uno de nuestros libros, «Una luz de esperanza» editado especialmente para personas que sufren, tiene el aval de dos médicos oncólogos que incluyen la espiritualidad en sus terapias y que nos pidieron que lo escribieramos porque habían comprobado los estupendos resultados de nuestros libros en sus pacientes. ¿Por qué? No son libros de medicina, pero ayudan a que el paciente no solo piense en el aspecto físico de la enfermedad, sino en su vida emocional, psicológica, anímica y sobre  todo espiritual.
Ahora no pienses que escribimos esta reflexión para promocionarlos, pero hemos querido mencionarlo, porque en estos libros en general puedes encontrar una guía para que tengas una vida equilibrada, sana y de calidad. Y eso no ocurre solo por leer los libros, sino por:
«Buscar a Dios de todo corazón, ya que en Él, podrás hallar amor, paz, consuelo, afecto, cariño y principalmente alivio para soportar tus cargas»